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23 dic 2010

23. Sólo sus ojos

Volví!!! Y a lo grande, eh? Que os traigo un nuevo cap de Palmeras de Chocolate!!!

Gracias por todo el apoyo que me han dado aquellas personas que han leído la historia, espero que os guste el capítulo!!


Seguramente no os acordaréis de la historia, así que os pongo todos los capítulos, por si alguien se aburre en Navidades, para que los lea todos toditos :)

Capítulo 22

Prólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21



-¿Darío?-le pregunté.- ¿Y qué quería?

-¿Darío?-dijo Gabriel.- ¿Quién es ese?

-Darío es un amigo que me ha llamado para que salieramos con él hoy y con otros dos imbé… digo amigos. ¿He respondido a vuestras preguntas?- Yo asentí

-¿Y qué le has dicho?-le pregunté

-¡Que claro que sí!

-¡Paula! ¡Tengo que estudiar!-me quejé

-Ya lo sé, pero yo no. Además siento que aquí sobro…-miró a Gabriel y luego a mí.

-Pues allí está la puerta. ¡Adiós!- dijo Gabriel. Noté un tono molesto en su voz.

-Le he dicho que me venga a buscar. Vendrá en unos minutos.

-¿¡Va a venir aquí!?

-Tranquilo, que no se va a quedar… Voy a bajar en cuanto llame.

Gabriel resopló molesto.

-Diana, ahora mismo te quitas esa camiseta y te dejo mi jersey.

-¡Paula, calla ya! Pareces mi madre- le dije- Además, tú vas a salir ahora mismo a la calle, tampoco deberías ir con este escote.

-¿No tenías otra camiseta en tu casa?-me preguntó Gabriel

-¡Pues no!- esa conversación sobre mi camiseta ya me empezaba a molestar. Sabía que había sido una estúpida por haber hecho aquello en pleno invierno, pero no me apetecía que me lo recordaran a cada momento.

-Toma, póntela.

Gabriel me extendía una de sus sudaderas.

-Me va a quedar muy grande.-dije

-Calla y póntela. Si a las tías os encanta quitarnos la ropa para abrigaron vosotras con ella.

Solamente pude contestar con una sonrisa mientras cogía la sudadera.

-¿Cómo me queda?- pregunté una vez que me la hube puesto.

-Grande.-dijo Paula

-Grande pero bien.-contestó Gabriel.

-Gracias por habérmela dejado. Es muy calentita.-le dije a Gabriel mientras me arrebujaba en ella. Olía a él. Me quedaría toda la vida así.

- De nada

-Bueno ¿podéis reiniciar la clase de matemáticas antes de que me vaya? Tengo un problema con un tipo de ecuaciones.-dijo Paula.

Gabriel estuvo explicando algunos ejercicios a Paula mientras yo miraba lo que Gabriel no entendía de lengua.

Era imposible que no supiera cómo se hacía, porque tenía un montón de apuntes correctos. De repente cayó del libro un trozo de papel con un poema apuntado. Era de Bécquer, en el que había subrayado algunos versos:

(Rima LVI)

Hoy como ayer, mañana como hoy,

¡y siempre igual!

Un cielo gris, un horizonte eterno

y andar... andar.

Moviéndose a compás como una estúpida

máquina el corazón:

la torpe inteligencia del cerebro

dormida en un rincón.

[…]

Así van deslizándose los días

unos de otros en pos,

hoy lo mismo que ayer... y todos ellos

sin gozo ni dolor.

Me quedé asombrada. ¿De verdad era esto lo que sentía Gabriel?

De repente el papel desapareció de mis manos.

-Prefiero que empecemos con este.-dijo Gabriel señalando un poema del libro mientras arrugaba la hoja que me acababa de arrancar de mis manos.

-Pero… ese era muy bonito.-dije yo

-Ya, pero lo comprendo perfectamente. Quiero decir… es mucho más fácil de entender que otros, se explica bien, no es difícil y…

-Sí, sí, te entiendo.-le corté. Le notaba muy nervioso.

Sus ojos estaban clavados en los míos de tal forma que no podía apartar la mirada. No veía nada más que ellos, no sentía la habitación, era borrosa. Sólo sus ojos

-Gabi, no me has terminado de explicar esta última.

Cómo no, Paula siempre fastidiando o siempre al rescate, según se mirara; porque sabía que dentro de unos segundos me habría sentido incómoda mirándole tan fijamente.

Gabriel se acercó hacia Paula, pero en ese momento sonó el telefonillo.

-¡Es Darío! ¡Es Darío! ¡Me tengo que ir!-empezó a gritar Paula, que corrió hacia el baño para retocarse.

-Voy a contestar, al menos para decirle que Paula ya baja.-me dijo Gabriel, y se marchó de la habitación.

-¡Diana, ven!-me gritó Paula desde el baño. Su cabeza asomaba por la puerta.

No me dio casi ni tiempo a acercarme a la puerta cuando ya me estaba diciendo:

-¿Estoy bien? ¿Llevo bien el pelo? ¿Se me ha ido la sombra? ¿Y el rímel? ¿Esta camiseta me queda bien? ¿Me recojo mejor el pelo?

Yo iba respondiendo sí o no dependiendo de cada pregunta, aunque lo resumí todo con un “Estás perfecta”.

-Pásatelo ahora bien.-me dijo Paula al oído mientras me abrazaba.

-¡Lo mismo digo!- respondí con una sonrisa.

Volvieron a llamar al telefonillo. A los pocos segundos llegó Gabriel.

-Qué raro… No sé a quién he abierto antes, porque el que acaba de llamar es ese Darío.

-¿Qué haces aquí?- dijo Paula casi gritando cuando abrió la puerta de la casa, dispuesta a salir.

-Lo mismo digo, Pauli.-sólo había una persona que la llamara Pauli.

Sergio.

-Lo siento por ti, pero ya me iba, he quedado- dijo Paula remarcando el “he quedado”

-¿Por qué lo tendría que sentir? ¿Qué te crees, que he venido hasta aquí para verte, princesa de Halloween?

Paula le respondió con un gesto obsceno con la mano mientras atravesaba la puerta.

-Sí yo también te deseo lo mejor.-dijo irónicamente Sergio- Bueno ¿y vosotros dos qué hacéis aquí parados? ¿No estabais estudiando?

-Estábamos.-respondió Gabriel.

-Pues yo necesito algo de ayuda con el maldito cuadro de plástica y tampoco me viene mal un repaso de ecuaciones, así que ¡a estudiar!-gritó Sergio.

“Esto no me puede estar pasando. Mi tarde perfecta va a ser de todo menos perfecta.”


Lo siento, pero estas navidades lo más posible es que no publique nada o casi nada.

Espero comentarios de la vuelta de Palmeras de chocolate!!

Besos empapados de lágrimas perdidas!!

25 ago 2010

22. Resfriado


Iba a responderle que no me iba a arrepentir, pero en ese momento vino Gabriel con tres vasos y un paquete de galletas.

-¡Galletitas saladas!-gritó Paula- ¡Gabi te adoro!

-Ya lo sabía- respondió con una sonrisa ladeada. Esa era una de mis sonrisas preferidas de él. Paula se abalanzó sobre las galletas, llenándose las manos y la boca de ellas.

-No dejes ninguna. ¿Por qué íbamos a querer los demás alguna?-dijo Gabriel. Paula le lanzó una mirada amenazadora y luego cogió un vaso y se lo llenó de batido.

-Nunca pensé que podría comer tanto.- me susurró Gabriel al oído, lo que me hizo cosquillas y sonreír.

-Será bajita y flacucha, pero ese cuerpo traga de todo. No sé cómo lo consigue.-le susurré

-¡Ey! Que os estoy oyendo.- Del bolso de Pesadilla antes de Navidad se empezó a escuchar Famous Last Words de My Chemical Romance.- ¡Ay, me llaman!- Paula se apresuró a sacar su móvil y a salir de la habitación.

-Qué canción más bonita…-dijo Gabriel irónicamente.- No he oído chico que grite más que ese.

-Yo ya estoy acostumbrada. Hasta me gusta alguna canción.-le dije. De repente Gabriel se acercó a mí y me puso la mano sobre la frente.

-¿Estás enferma? Quizás te hayas resfriado por ir tan…-bajó la mirada a mi escote- como vas.

-Un pequeño resfriado no te da fiebre, bobo. Y estoy bien.

-Por un momento creía que te ibas a convertir en otra Paula.

-Tranquilo, aún sigo escuchando a Pignoise, Maldita Nerea, La Oreja de Van Gogh… - le dije con una sonrisa

-Bueno, no me parecen lo mejor del mundo.- hice un gesto de desagrado.- pero son mejor que esos gritones.

-Ya… -se hizo un silencio incómodo. Los odiaba, sobre todo porque solían aparecer cuando no estaba Paula. Lógico, ¿no? Levante la mirada y vi sus ojos clavados en mí, por suerte, en mi cara. Le sonreí y volví a mirar a la alfombra, nunca me he atrevido a mantener la mirada a un chico que me gusta.

-Y… ¿qué empezamos a estudiar?-me preguntó.

-Mmm, no sé, lo que te apetezca.

-Pues empiezo yo dando clases.-dijo añadiendo una gran sonrisa.

Saqué el libro y cuaderno de mate y empecé a buscar los ejercicios que no comprendía.

-Son estos. ¿Quieres verlos?

-Eh, mira empieza haciendo este y yo veo cómo lo haces. Cuando no sepas seguir te ayudo.

-Vale.

Empecé a hacerlo. Había escogido uno de los más fáciles, pero yo no podía concentrarme. Gabriel estaba pegado a mí, o eso me parecía. Hice algunas operaciones en el papel sin sentido y el enseguida me cogió el bolígrafo.

-¿De verdad no sabes hacer esto?- me preguntó. Me estaba mirando intensamente a los ojos. De ese modo me di cuenta de que el escote había sido una idea estúpida, le interesaban más mis ojos.

-Pues… no, hoy no. Pero ayer me salieron todos a la primera.

-Vale, voy a explicártelos.

Se volvió a pegar a mí y entonces no pude prestar más atención. Oía cómo decía “Pasas esta x aquí” “Eso lo sustituyes por el resultado que te haya salido” “No te olvides de comprobar esto” y cosas por el estilo; pero yo sólo me podía fijar en los mechones dorados de su pelo y en el precioso color chocolate de sus ojos cuando levantaba la mirada para asegurarse de que le estaba prestando atención.

-¿Diana? ¿Me estás escuchando?-dijo Gabriel en una ocasión.

-Eh… sí, sí.

-¿Estás segura?

-Pues, no sé la verdad. La cabeza se me va a otros temas. Creo que me he resfriado.- cosa que era verdad, había estornudado más de una vez

-Te lo dije…- y sonrió ladeadamente.

-Creo que…

-¿Qué estáis haciendo que no estudiáis?- dijo Paula de repente metiendo su cabeza entre nosotros dos.

-…voy a buscar la bufanda.-terminé la frase.

-¿Te has resfriado? ¡Te lo dije!- exclamó Paula.

-Ya, ya lo sé. Me lo dijisteis los dos.

-¿Sabes quién me ha llamado?-me preguntó Paula. Yo me encogí de hombros y negué levemente con la cabeza. -¡Darío!

23 ago 2010

21. Reacción

Si queréis leer desde el principio "Palmera de chocolate", mandadme un correo a laslagrimasperdidas@gmail.com y os la enviaré.


-¡Piiii!¡Piiii!- volví a llamar al piso de Paula. “Vamos, sé por una vez puntual…” pensé. Me alisé y estiré la camiseta que llevaba. Tenía más escote de las que solía utilizar, pero quería asegurarme de que las miradas de Gabriel eran ciertas y cuál era su reacción. Si no dejaba de mirarme con descaro sería que era la primera vez que se fijaba en mí. Si sólo me observaba de reojo y apartaba la mirada incómodo… sería otra historia. Si ni siquiera me miraba el escote, sería preocupante, ya que siempre he pensado que le iban las chicas.

-¿Si?-me contestó una tímida vocecilla por el telefonillo.

-Eh ¿Dani? ¿Está tu hermana por ahí?

-Me ha dicho que ya bajaba.

-Ah, vale. Gracias, campeón.

Enseguida oí los pisotones de las botas de Paula al ir bajando las escaleras a saltos.

-Esta vez no he tardado tanto.-dijo abriendo la puerta y calándose hasta las orejas un gracioso gorro con orejeras de las que colgaban dos pompones.

-Ha sido un milagro.

-Ey, ¿dónde vas tú con ese escote? ¿Qué era lo que querías que estudiara Gabriel? ¿Anatomía?

-Calla, estúpida.- dije dándole un suave empujón.- ¿Así que yo no puedo ponerme esta camiseta y tú si puedes ponerte esas faldas que apenas te tapan?

-Yo me pongo eso casi a diario, tú te pones esto… nunca.

-¡Ey!- dije molesta.

-Vale, vale. Fin de la conversación. Pero no quiero que te resfríes.- dijo poniéndome su bufanda.

-Eres peor que mi madre.- murmuré

Paula sacó de su bolso gigante de Pesadilla antes de Navidad un chupa chups de fresa y me ofreció otro que yo rechacé. Con su falda corta de volantes, sus medias a rayas de colores, su gorrito de pompones, el chupa chups en la boca y sus saltitos cuando andaba, parecía una niña pequeña y feliz.

La casa de Gabriel estaba a un par de calles de la de Paula, así que llegamos enseguida.

-¿Gabi? Abre, somos nosotras.-le dijo Paula cuando llegamos a su bloque.

Entramos al portal y subimos hasta el cuarto. Gabriel ya nos esperaba con la puerta abierta.

-Creía que íbamos a estudiar, no a irnos de fiesta. Aunque si queréis me cambio enseguida.

-Diana, te dije que te habías pasado de escote.-me susurró Paula.

-No sé que le has dicho pero lo decía por tu nueva faldita.- dijo Gabriel tirándole de uno de los volantes. “Así que aún no se ha fijado en mí. Bueno pues tendré que quitarme la bufanda”pensé.

-Guau, así que no me habéis avisado ninguna de las dos. ¿O la fiesta es mi casa?- dijo levantando una ceja. Paula le empujó hacia dentro de su casa a la vez que le dedicaba una serie de insultos. “Bien, me ha mirado, pero no de la forma que esperaba. Es decir, es un tío corriente, que sólo reacciona ante un buen escote o una falda corta. Todo fueron imaginaciones mías”. Colgué mi abrigo y la bufanda en el perchero mientras Paula sacaba un bote de batido de fresa de su bolso.

-¿Qué haces con eso?-le preguntó Gabriel.

-No tenías batido, ¿verdad? Pues ya tenemos.- Gabriel sacudió la cabeza y se pasó la mano por el pelo.

-Bueno, pasad a mi habitación, allí estudiaremos. Mi hermana está en el salón viendo la tele, pero no nos molestará.

-¡Hola!- saludó enseguida Sofía, la hermana de Gabriel. Era una niña dulce y alegre, con una bonita cabellera rubia repartida en dos coletas.

-¡Hola, Sofía! ¿Qué tal en clase? ¿Mi hermano se porta bien contigo? Si te hace algo, dímelo, que se va a enterar…

-No, Dani es muy majo y divertido.-dijo Sofía tranquilizando a Paula.

-Bueno, vale. ¡Pero si te hace algo, dímelo!- Sofía asintió apresuradamente.

-Tu hermana es un encanto.-le susurró a Gabriel.- No se parece nada a ti.

Él puso los ojos en blanco y abrió la puerta de su habitación. Era muy amplia y luminosa, de tonos blanco, verde y plateado.

-Acomodaos, que voy a por algunos vasos para tomar el dichoso batido.

Paula no dudó en sentarse en el suelo sobre la suave alfombra, y yo me senté a su lado. Observé cómo Gabriel salía por la puerta y luego las fotos que tenía sobre su estantería. La mayoría eran haciendo skate o reunido con su familia, siempre con una bonita y gran sonrisa.

-Te mola Gabi.-dijo de repente Paula

-¿¡Qué!? ¿A mí? No, qué va.

-Diana, no era una pregunta, era una afirmación. Quizás me debería ir y dejaros solos, no ha sido buena idea que…

-¡Chisst! ¡Qué dices, Paula! Quédate, no me puedes dejar sola con él.-la corté.

-Bueno como tú quieras. Si luego te arrepientes avísame…



P.D.: Lo siento por este capítulo tan soso, pero mi musa sigue pasando un poco de mí...

18 ago 2010

20. Carabina


El resto del día pasó aburridamente, una clase, otra, otra…

Al igual que ese día pasó una semana. Deberes difíciles de matemáticas, pinceladas en mi cuadro, disección de una pobre ranita en biología, toda una hora corriendo en educación física, Bécquer en literatura… Sus poemas me encantaban, y más de un día me ofrecí voluntaria para leerlos en voz alta. Cuando terminaba y levantaba la cabeza de esos versos, notaba la mirada de Gabriel. ¿Sería una imaginación o era yo la que no le quitaba ojo?

El viernes a última hora Paula, que se sentaba conmigo, me susurró:

-¿Cuál es el plan de esta tarde? ¿Volvemos a quedar con Darío, Diego y Álvaro?

-Yo no puedo, queda tú con ellos.

- ¿¡Cómo que no puedes!?- dijo intentando susurrar.- Quiero esa excusa que habrás estado pensando todo el día ya.

-He quedado con Gabi.

-¿Para qué? ¿Para hacer skate?

-No boba, ya sabes que yo de esa tabla inestable me caigo.

-Es que tienes que mantener el equilibrio. Y practicar un poco más.

-¿Para romperme la cabeza? Porque creo que no sé hacer otra cosa.

-Ey, ey, me estás desviando del tema. Y sé que lo has hecho aposta.- miré hacia la pizarra, intentando hacer creer que prestaba atención.- ¿Por qué has quedado con Gabi?

-Para estudiar.

-¡Ja, ja, venga ya Di!

-En serio. Necesito ayuda en mates, si no suspenderé.

-Pide ayuda a tus padres o a Roberto.

-Es que él se ofreció y no quería decirle que no… Además, me ha pedido que le ayude a estudiar lengua.

-Lo que quiere ese es estudiar tu lengua.

-¡Paula!

-Lo siento, pero no creo que sea buena idea que te quedes a solas con él. Cuando un tío está solo con una tía, no piensa nada más que en ese tipo de cosas. Ya sabes. A no ser que la tía de asco.

-¿Y cómo sabes tú eso?- la profe nos llamó la atención y estuvimos calladas durante un par de segundos.

-He pasado la mayor parte de mis veranos rodeada de primos mayores con hormonas revolucionadas, así que imagínate.- yo asentí levemente.- ¿Sabes qué? Voy a ser tu carabina. Voy a acompañaros “a estudiar” y a asegurarme de que las manos de ese se estén bien quietas.

-Pau, sabes que entre Gabriel y yo no hay nada…

-Chisst. Te voy a acompañar lo quieras o no. Yo también necesito clases de refuerzo.

-Pero…

-He dicho que a callar. ¿A qué hora habéis quedado y dónde?

-A las cinco en su casa

-Pues a las cinco menos diez me pasas a recoger.

-Pero es que él no lo sabe. Deberíamos decírselo…

-Gabi, Gabi- empezó a llamarle Paula. Él estaba enfrascado en la clase de inglés, de la que nosotras estábamos pasando totalmente. Sólo reaccionó cuando Paula le tiró su borrador al hombro.

-¿Qué?- dijo un poco molesto.

-Me apunto a vuestra cita. Nunca me perdería una interesante sesión de estudio en grupo.

-Paula…- empezó él a decir.

-A las cinco estaremos en tu casa. Espero que tengas batido de fresa.- se dio la vuelta y me miró a mí- ¿Te vale el batido o prefieres otra cosa?

-Me da igual.- le contesté

-No tengo batido en mi casa.- dijo Gabriel

-¿Tu hermana pequeña no toma batido? ¿Ni de chocolate?- preguntó Paula, la adicta a los batidos, asombrada.

-Prefiere el zumo.

-¿Y de qué lo tiene?

-Oye ¿no crees que esta conversación es un poco estúpida?-le dijo él

-Tienes razón, lo mejor es que lleve yo el batido.

-¡Paula!- dijo él, pero nuestra profesora le vio.

-Gabriel, can you repeat what I have just said?

-Ehhh- Gabriel nos miró buscando ayuda. Yo negué con la cabeza y le hice un gesto de disculpa.- Sorry, I can’t.

Gabriel le mandó una mirada acusatoria a Paula y ella se encogió de hombros. Los siguientes veinte minutos intentamos concentrarnos en los Phrasal verbs aunque yo sólo pensaba en cómo deshacerme de Paula/mi carabina esta tarde, aunque suponía que era imposible.

16 ago 2010

19. Sonrisas


Durante el tiempo que quedaba de clase estuvimos pintándonos en silencio. De vez en cuando se oían risillas al ver los dibujos de los demás. Inconscientemente busqué con la mirada a Gabriel y le encontré muy concentrado, mordiéndose el labio de abajo. Le observé apartarse el pelo sin dejar de pintar. ¿Qué hago? ¿Estoy observando a Gabi, mi amigo desde hace ya tiempo? No me lo podía creer.
-¡Ahh! ¡Imbécil! ¿¡Cómo se te ocurre!?
No me hizo falta darme la vuelta para saber que era Paula.
-¡Paula! ¿Paula, qué te pasa?- dijo Susana, que se levantó de su mesa y fue a socorrer a su alumna.
-¿¡A mí!? ¡A mí no me pasa nada! ¡Pero a este idiota le falta un cerebro!
-Sergio…- empezó a decir Susana.
-¡Yo no le he hecho nada!- se excusó.
-¡Mira cómo me ha pintado!-gritó Paula
Susana miró el cuadro de Sergio y suspiró.
-Sergio, ¿qué dije sobre pintar que cosas?
-¡Pero yo no me he centrado sólo en “eso”! He dibujado su busto, desde la cabeza hasta las…
-¡Calla imbécil!- le dijo Paula- ¿Y mis mechas? ¡Las has dibujado tan gordas que parecen rastas! ¡Y me has pintado los ojos que parecen que me han pegado puñetazos en ellos!
-Si no te los pintaras tan negros…-dijo Sergio contraatacando
-Y… ¡y esos labios! ¡Parece que son salchichas! ¡Y las…! Bueno ya sabes que esa no es mi talla ni de lejos.
-¿Y cuál es tu talla?- dijo Sergio levantado una ceja. Por respuesta recibió una sonora bofetada.
-¡Paula!- chilló Susana ante aquello
-¡Guarro! ¡Asqueroso!- le gritó ella.
-Paula, Paula, tranquilízate.- dijo Susana poniéndole una mano en su hombro.- Además, no está tan mal. Tiene un toque de…
-¡Obsceno! No sé cómo le puede parecer bonito eso que está pintando.
-Tiene un estilo, Paula, y eso lo puedes apreciar bien tú. ¿No querías estudiar bellas artes?
-Mmm, sí…
-Pues ya sabes, empieza por reconocer el trabajo de tu compañero. Y si no querías que te pintara, ¡no haberte puesto con él! Y tú, Sergio.- dijo apuntándole con un dedo- más te vale recortar un poco ese cuadro y centrarte más en su cara. No quiero, como bien ha dicho Paula, nada que se acerque a lo obsceno. ¡Y lo mismo para el resto de vosotros!-dijo a toda la clase.- Bueno, ya es casi la hora, así que podéis ir recogiendo. ¡No os olvidéis limpiar lo que hayáis manchado!
Paula estuvo a mi lado en menos de tres segundos, agarrada de mi brazo y chillando todo tipo de insultos hacia Sergio y su cuadro.
-Paula tranquilízate, ¿quieres?- le dije por enésima vez.
Ella respiró hondo y me miró.
-Voy a cambiar mi cuadro.- dijo Paula.- Voy a pintarlo todo de negro, porque me provoca odio, odio hacia él y todo lo que hace.
-¿Y qué habías pintado antes?
-Nada.- dijo con demasiada rapidez y mirando hacia otro lado
-Paulaaa, déjame verlooo…
-No, porque… porque no era nada. Garabatos.
-Paulaaa
-¡Que no!
Actué con rapidez y se lo quité de las manos. En él se veía un boceto de lo que sería la sonrisa de Sergio. Esa ladeada con la que le había convencido para que fuera su pareja. Enseguida me lo arrebató
-¡Te dije que no era nada!
- Pues yo veo en él la sonrisa traviesa de tu compañero…
-¡No! Son líneas
- ¿Qué has dib…?-dijo de repente Gabriel asomándose por el hombro de Paula.- ¡Oh! Bonita sonrisa. Me recuerda a la de…
-¡No es una sonrisa! ¡Son líneas!- gritó Paula dándose la vuelta y saliendo del aula a paso ligero.
-Pues yo juraría haber visto una sonrisa.- me susurró Gabriel. Yo me reí levemente y asentí.
-Lo mejor ahora es dejarla un rato en paz hasta que se le pase.-dije
-¿Cómo es que te has puesto con Stephanie? Pensaba decirte que si querías ser mi pareja- qué bien sonaba eso- pero enseguida te vi con ella.
-Lo está pasando mal. Ya sabes, la arpía Jennifer le hace la vida imposible.
-Cómo no…
-Ya. Bueno.-no sabía que decir.-¿Q-qué clase tenemos ahora?
-Matemáticas.
-Oh, no. Se me están dando fatal este año. No las entiendo.
-Si quieres te ayudo.- no veía ningún atisbo de nerviosismo en él, al contrario que yo, que notaba que las palabras se me atragantaban.
-Mmm, vale. Bueno, no sé. El examen tendrá que ser pronto y el trimestre pasado aprobé por los pelos…
-Bah, yo voy bien. Pero... si me ayudas en lengua, no te cobraré por mis clases.-dijo con una sonrisa.
-¿¡Qué!? ¿¡Que pensabas cobrarme!?- le di un empujón
-Suelo pedir 7 euros la hora. Por ser tú, te lo dejo en cinco.
Le volví a empujar sin dejar de reírme.
-Te aprovechas de los pobres estúpidos como yo para sacarle dinero para tu nueva tabla de skate, ¿verdad? Pues que sepas que te quedas sin mis clases de lengua. ¡Disfruta suspendiendo!-le dije y empecé a andar.
-¡Espera!- me retuvo cogiéndome por la muñeca.- Lo dejamos en el trato inicial, yo te ayudo, tú me ayudas y no hay dinero de por medio. ¿Vale?
-Vale- y le dediqué la sonrisa más bonita que pude.


11 ago 2010

18. Rojo ira, añil deseperación

He conseguido escapar de mi atareada agenda de vacaciones de esta semana y os traigo el nuevo capítulo. Ya sabéis que podéis leer la historia "Palmeras de chocolate" desde el principio mandándome un correo a laslagrimasperdidas@gmail.com

Cogí mis bártulos y me senté frente a Stephanie, así nos veríamos bien las caras. Empecé a sacar mis témperas y a ponerlas sobre la paleta, aún sin saber qué pintar de ella. Cualquier chico pintaría su perfecta silueta y Jennifer la pintaría horrorosa, pero yo… ¿Qué me provocaba ella, su imagen? Puede que un tanto de envidia, pero a la vez tristeza, no era justo por lo que estaba pasando. La observé mientras mezclaba lentamente sus témperas, parecía que tenía claro lo que hacer. Stephanie levantó la cabeza y se encontró con mi mirada curiosa, y aún así, sonrió. Pero la sonrisa mostraba disculpa

-Stephanie…- empecé. Ella me miró con atención.- Mira, sé que no debería meterme en tu vida ni nada parecido, pero te veo tan… decaída.

-No, no es nada.- contestó encogiéndose de hombros- Un día malo.

-Con Jennifer todos son malos.- solté sin querer en un susurró, pero ella me oyó.

-No, no es tan… mala como creéis.- dijo disculpando a la arpía aquella.

-Stephanie, no me mientas, por favor.-le dije.-Te veo sufrir. ¡Sé lo que te hacen, lo veo! Mira, si no quieres contarme nada, lo respeto, pero que sepas que puedes contar con mi apoyo. Siempre.

Ella esbozó una triste sonrisa que me partió el corazón. Noté que quería contárselo alguien pero algo le hacía dudar.

-Soy como una tumba- le dije cerrándome la boca con una cremallera imaginaria.

-Es que…- tomó aire y se lo pensó.- El sábado fui con ellas a una fiesta y… bueno, pasó algo malo o eso creo. Me pusieron algo demasiado fuerte en la bebida. Apenas bebo, y juro que pedí algo ligerito, pero creo que Jennifer me lo cambió. Y… y ella tiene fotos de mí con unos cuantos…-paró y cogió aire.- No sé, puede que no haya pasado nada, pero me está chantajeando. Va a enseñar las fotos a mi novio, que antes salió con ella. Quiere que le deje o si no se las enseñará, ¡pero no sé qué es peor! Que él me deje o que yo le tenga que dejar en contra de mi voluntad. ¡De las dos formas le voy a perder! Diana, no sé que hacer- me miró con ojos implorantes. Yo suspiré. Pobre, no se merecía nada de lo que le estaba ocurriendo.

-¿Y por qué no pruebas a decirle la verdad a tu novio? Seguro que te cree antes que a ella.

-No sé, ten en cuenta que salió con ella durante casi un año, ¡yo sólo le conozco desde hace menos de dos semanas! De todas formas, Jennifer piensa hacerme la vida imposible si nada sale como ha planeado.

-¿Y por qué quiere que le dejes? ¿Quiere volver con él?

-Me extraña. El día anterior a la fiesta conoció un tío que le gustó bastante y parece que va a ir a por él.

-Creo que para ella uno no es suficiente.-dije con una sonrisa

-Ya…- dijo ella.- Pero eso no quita que sea una asquerosa, una…- me pareció averiguar la palabra que iba a decir, ya que sus ojos brillaban de rabia. Entonces vi cómo retratarla. Pintaría sus ojos, uno invadido por aquella ira con tonos rojizos y otro por la tristeza y desesperación con tonos azulados y morados.

8 ago 2010

17. Proyecto de arte


-¡Diana! ¡Levántate y da una vuelta para que te veamos, guapa!- gritó Sergio. Yo me levanté con una sonrisa y giré sobre mí misma intentando acentuar el movimiento de mi pelo.

-¡Wow, tío! ¿Esta es nuestra Di?- dijo dando un codazo a Gabriel. Ellos dos y Marcos se acercaron a nuestra mesa, como a cada momento que podían. Sin saber cómo, nos habíamos hecho buenas amigas de ellos.

-Bueno, ¿y cómo es que no nos habíais avisado? Podíamos haber ido en grupo a la pelu, a lo mejor nos hacían descuento- dijo Sergio con una sonrisa.

-¿Es que piensas cortarte el pelo?- le dije.

-No, yo no. Pero Gabi necesita cortarse estas greñas,- dijo revolviéndole el cabello- y Paula quitarse esas horribles mechas.

-¿¡Cómo!?- dijo Paula alterada a la vez que le daba un manotazo.

-Eso.- dijo Gabriel dándole un suave puñetazo en el brazo. Sergio se lamentaba y se acariciaba donde había recibido los golpes.- Con mi pelo no te metes.

Gabriel peinó su pelo rubio oscuro con reflejos dorados. Lo llevaba un poco largo del estilo de los skaters, al igual que su ropa.

-Pues pensábamos llamaros el viernes para ir al centro pero alguien no contestaba.- dijo Sergio mirando fijamente a Paula.

-Teníamos mejores cosas que hacer que quedarnos contigo, ¿a que sí, Di?- yo asentí con una sonrisa misteriosa.

-Pero ese no era motivo para apagar el móvil- contraatacó

-No quería escucharte. Ni a ti ni a otros dos.- dijo Paula misteriosa.- No me refería a vosotros, chicos- se apresuró a decir a Gabriel y a Marcos.

-¡Uff! Ya pensaba que me había vuelto tan insoportable como él- dijo Marcos. Sergio le puso mala cara.

-Lo siento Sergio, pero hay tíos mucho más interesantes que tú en esta ciudad.-dijo Paula

Noté como Sergio sentía por dentro un punzada. Tenía como un sexto sentido que me hacía averiguar a menudo los sentimientos de otras personas, como ahora, cuando Sergio intentaba esconder su dolor tras una amarga sonrisa.

-¿Ah sí? ¿Y se puede saber quienes son?- preguntó Sergio

-Ahhh…-contestó Paula agitando las manos.- Intriga, intriga…

Sergio abrió la boca para decir algo más, pero por la puerta entró Susana, nuestra profesora de arte. Todos corrieron a sus sitios mientras ella dejaba sus cosas sobre su mesa. Susana siempre había sido mi profesora preferida. Desbordaba alegría y entusiasmo por cada uno de los poros de su piel. Sus alocados rizos castaños acentuaban más esa sensación y sus grandes ojos oscuros te contagiaban su energía.

-Vamos chicos, sentaos.- dijo a algún perezoso que no había alcanzado su asiento.-Vamos a empezar, como os dije, con témperas. El año pasado ya las utilizamos, pero ahora vamos a crear verdaderas obras de arte con ellas, ¿vale?- el último comentario se ganó algunas risillas por parte de ciertos que apenas sabían diferenciar entre una brocha y un pincel.- Peeero ¡atención! No vais a pintar cualquier cosa. Vais a pintar a vuestros compañeros. Más bien dicho, lo que os transmite un compañero. Podéis pintar su cara, sus manos o simplemente su sonrisa, pero con los colores adecuados. Si esa persona os es agradable y amable, pintadle con colores cálidos. Si os da la sensación contraria, con tonos fríos. No sé, creo que más o menos me entendéis.- empezaron a oírse murmullos y risas entre los chicos.- Eh, vale chicos. Quitaros el pensamiento que se os está ocurriendo porque no voy a dejar que pintéis “cualquier parte” de vuestras compañeras.- Se oyeron protestas por parte de los chicos e indignación por las chicas.- Podéis elegir cualquier compañero. ¡Por favor, en parejas! Si sobra alguien lo uniremos a alguna pareja. ¡Empezad!

Se empezó a montar un revuelo por la clase. Busqué con la mirada a Paula, y vi que Sergio la estaba intentando convencer para que fuese su compañera. Ella negaba enérgicamente e intentaba zafarse de él. Yo paseé mi mirada por la clase y de repente vi cómo Gabriel, desde la otra punta de la clase, tenía su mirada fija en mí. La apartó un momento y noté como me subían los colores a la cara sin saber por qué, y volvió a mirarme, ahora con una amistosa sonrisa pintada en la cara. Disfruté unos segundos más de sus ojos y noté como yo también sonreía. Alguien se interpuso en mi campo de visión y yo molesta vi quién era.

-¿Quieres ponerte conmigo?- me preguntó Stephanie. Iba a contestarle secamente que no, que quería ponerme con Gabriel, pero recordé su situación con Jennifer.

Paula terminaría formando pareja con Sergio y Gabriel con Marcos.

-Claro, por supuesto.- contesté amablemente.

4 ago 2010

16. Stephanie


Stephanie había venido de Colombia hace alrededor de tres años. Su metro setenta y cinco como mínimo, su piel bronceada, sus curvas perfectas, su vientre plano, su largo cabello azabache, sus gruesos labios y sus grandes ojos negros no pasaban desapercibidos para nadie. Todos sabíamos que aquella chica acabaría de modelo, pero Jennifer veía en ella otra cosa: una amenaza. Jennifer había sido durante el curso anterior a la llegada de Stephanie como la diosa de la clase, la jefa, la portavoz. Nunca se había visto eclipsado por nadie hasta ese momento. Así que se fue acercando poco a poco a ella, hasta que se ganó su confianza. Stephanie estaba bajo su control, ella era la jefa. La seguía a todas partes callada, al fin y al cabo acababa de llegar de su país, no conocía a nadie. Los chicos que se le acercaban terminaban siempre entre las garras de Jennifer, sin poder siquiera saludarla. Ahora Stephanie conocía muy bien España y cómo moverse sin necesidad de Jennifer, pero ésta no quería que cambiaran las cosas. Aún así, Stephanie era una chica que poco a poco se había formado un carácter duro y muchas veces se había rebelado ante ella. Al principio, Jennifer pasó por alto su nuevo comportamiento, pero la gota que colmó el vaso fue cuando Stephanie se lió con el ex novio de Jennifer. Desde entonces intentan ocultarnos a los demás su mala relación, pero se nota fácilmente. Jennifer la mira con asco y superioridad, no como antes, con una mirada dulce de amiga; y Stephanie hace lo que le apetece, no lo que le apetece a Jennifer. Las otras tres chicas que adoran y siguen como perritos falderos a Jennifer tampoco aceptan del todo a Stephanie, mientras ésta se está ganando el cariño de toda la clase. Por fin tiene algo de libertad.

1 ago 2010

15. Odiosa y engreída


Estaba frente al portal de la casa de Paula. Pulsé el botón en el que estaba escrito el número de su piso durante un par de segundos. Si tardaba tres minutos más, llegaríamos tarde otra vez, como todos los lunes, y estaba dispuesta a que hoy no ocurriera eso.

-¡Paula, baja ya!- grité al telefonillo.

-Ya voooy- dijo una voz somnolienta.

Yo empezaba a impacientarme. Era la tercera vez que llamaba esta mañana y que me contestaba lo mismo. Golpeé el suelo con el pie con impaciencia. Volví a llamar, y esta vez dejé el dedo pulsado más segundos.

-¡Que ya bajo!- gritó.

En menos de un minuto, Paula bajó trotando por las escaleras con la mochila golpeándole en la espalda.

-Chica, qué impaciente- dijo cuando estuvo frente a mí.- Dani no quería terminarse el desayuno y yo tenía que poner en marcha el lavavajillas. Este niñato es estúpido. Siempre me retrasa cuando más prisa tengo.

Dani era el hermano pequeño de Paula. Tenía diez años y ella se ocupaba de él todas las mañanas. Aunque era bastante independiente, su hermana tenía que asegurarse de que había desayunado, se había atado los cordones, llevaba todos los libros en la mochila y que estaba adecuadamente vestido; ya que sus padres trabajaban desde muy temprano.

-Ya sé por qué hoy tienes más prisa de lo normal- me dijo Paula.- ¡Quieres que todos vean tu nuevo peinado! Quieres que todos te digan lo súper estupenda que estás con él antes de que empiecen las clases.- Yo empecé a negar con la cabeza, aunque ella siguió.- ¿Pero no sabes que la mejor forma de que todos se fijen en ti es llegando tarde? Qué poco has aprendido de mí todos estos años…

-¡Paula, sólo quiero llegar a clase! Puntual a ser posible.

-Venga ya…

No quise contestarle porque sabía que tenía parte de razón.

Íbamos a entrar a nuestra clase cuando alguien nos bloqueó.

-Vaya, vaya Di. ¿Ya te has dado cuenta de que tu peinado no se llevaba?

No podía haber persona más odiosa y engreída que ella.

- Jennifer, aparta- dijo Paula.

-¡Qué pena que no te hayas dado cuenta que este tampoco se lleva!- siguió Jennifer- ¿Quién te lo cortó?

-Tu madre- le contesté secamente. Ella se quedó helada y pudimos apartarla con facilidad para poder entrar. Había contestado aquello porque sabía que su madre era peluquera. Me lo dijo Paula, ya que fue amiga suya durante toda primaria. Cuando coincidimos en este instituto por primera vez, Paula ya estaba harta de Jennifer y empezó a sentarse conmigo en clase. No fue por ningún motivo en especial, simplemente el asiento que estaba a mi lado estaba vacío. Y poco a poco, hablando y conociéndonos, nos hicimos inseparables. Jennifer, al verse sola, la pagó conmigo y siempre que puede intenta dejarme en ridículo o cosas parecidas. Ella misma se buscó el quedarse sola al ser insoportable, pero nunca superó el haber perdido a su amiga de la niñez.

Paula y yo nos sentamos en nuestros sitios. A los pocos segundos, Stephanie se dio la vuelta en su asiento y me miró con una gran sonrisa.

-¡Te queda genial este look!- me dijo.

Yo se lo agradecí sonriendo.

-Stephanie, espero que no le estés diciendo lo que creo.- dijo con una cara muy seria Jennifer, que acababa de acercarse. Stephanie chasqueó la lengua con desagrado y se dio la vuelta sin mirar a nadie. Stephanie era una de las “amigas” de Jennifer, pero esa relación se estaba estropeando, ya que Jennifer trataba a sus amigas como esclavas. Y Stephanie estaba sufriendo mucho por su culpa.

31 jul 2010

14. Interrogatorio


Nada más abrir la puerta de mi casa me encontré a mi madre esperándome con los brazos en jarras.
-Mamá, lo siento, yo…
-¿Dónde estabas?- preguntó secamente.
-En el centro, con Paula. Simplemente se nos ha pasado la hora.
-¿Y no podías llamar para avisar que vas a llegar tarde?- dijo mi padre, que acababa de salir de la cocina y de poner una mano sobre el hombro de mi madre. Ese gesto indicaba que estaba de acuerdo con lo que fuera que iba a decirme mi madre.
-Como vuelvas a llegar tarde sin avisar antes vamos a tener que empezar a bajarte la hora de llegar a casa. La próxima vez será a las seis y media- yo emití un gruñido de desacuerdo.- Y si sigues sin hacer caso, no te dejaré salir.
-Pero…-empecé a decir
-¡Estamos a mitad de curso! Tienes que prestar más atención a tus estudios y salir menos. No tenías por qué salir esta tarde.
-Tenía que cortarme el pelo- dije- y, además, voy sacando buenas notas, no tienes de qué quejarte.
-Por eso. No queremos que pierdas tus buenos hábitos.- dijo mi padre. Yo resoplé.
-¡Es la primera vez que no llego a la hora! ¡Y sólo ha sido por media hora! Si fueran tres horas, entiendo tu preocupación, pero media…
-Vale Diana. Por esta vez pasa, y confío en que no vuelva a ocurrir.-dijo mi madre más relajada. Yo asentí- Ahora ve a la cocina y empieza a preparar la mesa.
Dejé mi abrigo y mi bolso en el perchero y me dirigí a la cocina.
-¡Ah, por cierto!-me llamó mi madre- Estás guapísima con este corte de pelo. Seguro que más de un chico te ha mirado.
-Mamá…
-¡Tranquila, ya me callo!-dijo acariciándome el pelo.- Quizá también tuviera que cortármelo yo.- dijo tocando su melena oscura con reflejos más claros.
-Estás bien así.-dije sincera- Ahora eres tú quien lo tiene más largo.
Mi madre esbozó una sonrisa y llamó a mi padre. Juntos terminamos de hacer la cena y de preparar la mesa.
-¿Y Roberto? ¿Hoy no cena aquí?- pregunté
-Tu hermano…-empezó mi padre mirándose el reloj- ya debería estar aquí. ¡Los dos llegando tarde! En cuanto llegué le…
La puerta se abrió en ese mismo momento y apareció la cabeza de mi hermano.
-¿Qué pasa? ¿Me he perdido algo?- dijo.
-Pues unos minutos más y te pierdes la cena.- dijo nuestra madre poniendo los brazos en jarras. Empezaba de nuevo el interrogatorio.- ¿Dónde estabas?
-Con Julio
-He dicho dónde estabas, no con quién estabas.
- Pues… he estado por la calle. Y luego he subido un rato a la casa de Julio, a jugar a la Play Station.
-Vale. Lávate las manos y siéntate a la mesa.
En cuanto él se alejó miré a mi madre con mirada acusatoria y los brazos en alto.
-¿¡Y eso es todo!?-me quejé- ¿Por qué no le habéis regañado tanto como a mí?
-Él ha tardado menos, apenas un cuarto de hora. Él es más mayor, además de que es casi mayor de edad.
-Tú lo has dicho. Casi.-protesté
-Quejica…-dijo Roberto, que acababa de volver. Yo le saqué la lengua y me senté en mi sitio. Roberto se disponía a hacer lo mismo cuando empezó a sonar su móvil. Lo cogió y tras comprobar quién le llamaba corrió a su habitación.
Mis padres y yo nos quedamos asombrados. Nunca solía hacer eso si le llamaban sus amigos, así que sólo había una opción: una chica. Seguro que la había conocido esta tarde, porque los días anteriores no había hecho nada parecido.
A los pocos minutos salió de la habitación mirando al suelo. Yo le notaba un poco sonrojado y nervioso.
-¡Ay, hijo!- le dijo mi padre pasándole el brazo por el hombro.- Mujeres…
Él no le hizo caso, pero una expresión extraña cruzó su cara. Mi padre había dado en el clavo.

29 jul 2010

13. La edad mental


El resto de la tarde estuvimos paseando por el centro, viendo tiendas, hablando, riendo… Acabamos en un parque con columpios en los que se apresuraron a subir Paula y Darío, que peleaban por quién subía más alto. Yo me subí a lo alto de un tobogán y me quedé allí sentada, haciendo de juez para ver quién era el que ganaba. Sabía que nos estábamos comportando como críos, pero hay veces en las que necesitas volver a tu infancia. A esa inocencia, a esa vida sin preocupaciones, sin nervios, sin chicos que te hagan temblar de arriba abajo cuando te miran. Porque eso era lo que me estaba pasando. Otra vez. No había terminado de olvidar a Javi y ya estaba volviendo a sentir lo mismo por otro chico. O eso creía yo. No sé, estaba hecha un lío.
-¡Diana! ¿¡Quién gana!?- me gritó Paula desde lo alto de su columpio.
Me fijé en ellos y me pareció que ganaba Darío, pero estaban muy igualados.
-¡Gana Paula!
-¡Mentira!-gritó Darío- ¡Sabes que gano yo! Yo llego más alto. ¡Mira!
Se dio más impulso y ahora sí vi con claridad que su columpio estaba más alto que el de Paula. Ella me miró y me dijo por señas “1€”. Yo dice un gesto de desagrado y le dije “más” sólo moviendo los labios. Ella dijo “dos y no más”, y yo alcé el pulgar mostrando que estaba de acuerdo.
-¡Ey! ¿Qué está pasando aquí? ¿No la estarás comprando?- dijo Darío.
-¿Yo? ¿Comprar a la juez? ¡Venga ya!- dijo Paula
-¡Gana Paula!- volví a gritar aunque sabía que con dos euros no conseguiría comprar casi nada.
-¡No se puede competir con vosotras!- dijo Darío riendo a la vez que se bajaba del columpio. Se acercó al tobogán y subió parte de la escalera.
-Te doy el doble de lo que ella te haya prometido- me susurró. Yo reí tontamente.
-¿Te das cuenta? ¡Me estáis intentando comprar por ganar a “quién llega más alto” en unos columpios! ¿Cuántos años tenemos?
-Pues… tú ocho, yo seis y Paula cuatro. O tres y medio.
-¿Y en qué te basas para adjudicar esas edades?- preguntó Paula que acababa de llegar.
-En nuestras edades mentales- dijo Darío con una sonrisa pícara.
- Así que yo tengo cuatro, ¿no?- dijo Paula acercándosele con mirada amenazadora.
-En realidad, tres y medio.
-¡Serás…!- Paula empezó a perseguirle por el parque. Darío parecía muy rápido, y Paula siempre ganaba las competiciones de velocidad, en las que corría 50 metros; pero me pareció que Darío dejó pillar. Le sujetó las muñecas, ya que ella le amenazaba con pegarle. Se miraban a los ojos a la vez que se reían levemente, negociando su edad mental.
-Suéltame- decía Paula.
-No, me vas a pegar.
-Si tengo la misma edad que tú, te prometo que no te pego.
-¿Y si no?
-Estás demasiado cerca de mí, tanto que puedo golpearte con mi rodilla en alguna parte que va a hacer que caigas al suelo lleno de dolor.
-Eres cruel…
-No sabes cuánto.
-Vale, te lo dejo en cinco.
-Seis
-Cinco y medio.
-Mmm, vale. Y ahora suéltame.
Darío la soltó lentamente sin dejar de vigilar sus movimientos.
-Bueno ¿en qué hemos quedado?- les pregunté divertida
-Tú ocho, yo seis y Paula, mediante chantaje, me ha demostrado que puede llegar a los cinco y medio.- dijo Darío exhibiendo de nuevo su hermosa sonrisa. Sabía que eso, sus penetrantes ojos grises y su aura de misterio era lo que me hacía sentir interés por él. Pero él no era mi tipo. Sus ropas eran demasiado oscuras, su pelo demasiado largo para mi gusto, aunque sólo le llegaba hasta por debajo de las orejas; y le gustaba demasiado Paula. Y seguro que a ella él. Era mi mejor amiga, no le podía hacer eso. La cabeza me iba a empezar a doler de un momento a otro si no paraba de darle vueltas a todo aquello.
-Diana, es demasiado tarde, tenemos que irnos.
Me miré el reloj. Iban a ser las nueve menos cuarto y prometí a mi madre volver a las ocho y media.
-Yo ya llego tarde- dije.
-Yo no, me pusieron de límite las nueve y media.- dijo Paula. No sé cómo lo conseguía, pero siempre la dejaba una hora más tarde que a mí.
-Si queréis os acompaño- dijo Darío.
-No, déjalo. Vamos en autobús. Además tú vives por el centro, ¿no?- dije. Él asintió.
-Bueno, pues hasta otro día. Llámanos cuando quieras y quedamos, aunque sea también con Diego y Álvaro. ¿Vale?- dijo Paula.
-Vale.
Nos dijimos adiós con la mano y fuimos hasta la parada de autobús. Una sonrisa cruzó mi rostro. Aquella tarde que había empezado como muy aburrida había acabado siendo una de las mejores de mi vida.

27 jul 2010

12. Secretos...

Si alguien quiere leer la historia "Palmeras de chocolate" desde el principio, mandadme un correo a laslagrimasperdidas@gmail.com y os la enviaré


El frío hizo que pidiéramos tres chocolates calientes con nata por encima. En cuanto tuve mi vaso no pude despegar las manos de él. El calor fue llenando mi cuerpo poco a poco y me atreví a quitarme el abrigo. Paula hizo lo mismo, pero Darío se quedó con su chaqueta de cuero negro.

-Bueno, ¿y a qué ha venido esto?- le preguntó Paula. Darío se encogió de hombros y dio un trago a su chocolate.

-Vale…-dijo Paula.

-¿Es que no puedo invitaros?- preguntó Darío.

-Sí, pero pasar de no decir ni un comentario a invitarnos a unos chocolates… no sé, es extraño.

-En realidad yo no soy tan callado. Sólo que al estar con Diego y Álvaro me tengo que quedar al margen. Es eso o comportarme como ellos.

-Te entiendo.

Se hizo un silencio un tanto incómodo durante el cual estuvimos bebiendo nuestro chocolate.

-¿Y cómo es que te vas con ellos? ¿En serio que son tus amigos?- preguntó Paula.

-Si, son mis amigos de siempre. Nos conocimos cuando teníamos diez años aproximadamente. Íbamos juntos a judo.

-¿A judo? ¡Siempre quise ir a judo!- dijo Paula.-Tú ibas, ¿no Diana?

Yo asentí, recibí clases durante tres años cuando era más pequeña.

-Lo dejé porque en el colegio unas niñas de mi clase se empezaron a meter conmigo. Decían que era un deporte de chicos, que las chicas debíamos ir a baile y a todos esos rollos.

-¡Ey, que no son rollos!- dijo Paula- Que yo de pequeña fui a flamenco, a baile moderno y un trimestre a ballet.

Darío y yo nos reímos.

-Pues algún día te tendré que verte a ti bailar y a ti te tendré que echar un combate.-dijo Darío señalándome con una preciosa sonrisa dibujada en la cara.- Yo no pienso que el judo sea para chicos. Es más, y esto es un secreto, había una chica en nuestra clase que ganaba a casi todos. Yo la tenía gran admiración.

Los tres nos reímos. Me parecía imposible que estuviera pasando tan buen rato con el chico solitario y triste de hacía unas horas.

-Siento lo de antes, lo de si eras realmente amigo de Diego y Álvaro, pero es que no me pegabas con ellos, no sé, tienes otro estilo…

-Mi estilo cambió años después de que los conociera.- Paula esperó a qué siguiera, pero Darío permaneció callado.

-¿Por qué?-finalmente preguntó.

-Es algo personal, y no me gusta hablar de ello.

-Venga ya, no tiene que ser tan malo. Yo también cambié de estilo, aunque no me influyó nadie en particular. Fue coger inspiración de varios sitios.

-Paula, no quiero hablar de ello.

-Pero…- Me apresuré a darle una patada por debajo de la mesa. Noté que sufría por ese tema, aunque no sospechaba por qué, y sabía que quería que Paula lo dejara en paz. Se frotó la pierna en la que le había golpeado y me miró amenazadoramente, pero no dijo nada.

-Os voy a dar los números de ellos, porque si no lo hago, no me lo perdonarán.-dijo Darío sacando el móvil con una sonrisa.- ¿No os importa que les dé los vuestros? Es que me los terminarán sacando de alguna manera. Son capaces de torturarme.

-¡No seas tan exagerado!- le dijo Paula dándole un suave empujón con su brazo, mientras él seguía exhibiendo su preciosa sonrisa.

Intercambiamos los números y nos terminamos el chocolate.

-Como suponía, tengo tres llamadas perdidas de Diego y otra de Álvaro. ¿Qué hago? ¿Les contesto?- nos preguntó.

Yo me encogí de hombros y Paula le quitó el móvil suavemente. Escribió “Hasta otro día!! Nos quedamos con Darío. P y D* Muac!!” y se lo envió a Diego. No esperó a que llegara la respuesta, apagó el móvil y se lo devolvió a su dueño.


*P y D se refiere a Paula y Diana