8. Sorprendida

Pon un chico mono delante de Paula y se olvidará de todo lo demás. Íbamos de camino al cine por una de las principales calles de la ciudad. Paula, Diego y Álvaro iban por delante, Paula entre ellos dos, con la cabeza alta y riéndoles todos sus comentarios. Yo y Darío andábamos detrás de ellos. Darío miraba al suelo y tenía las manos metidas en sus vaqueros negros. Parecía triste y no había vuelto a abrir la boca desde que dijo que sabía hablar por sí mismo. Tampoco había vuelto a mirar a Paula directamente, pero sí alguna vez de reojo, cuando creía que nadie le vería. Decidí entablar un poco de conversación con él, así que me acerqué. En ese momento Paula, Diego y Álvaro empezaron a reír fuertemente y Álvaro y Paula se giraron hacia nosotros, lo que les causó más risa. Estaba claro que estaban hablando de Darío, porque le miraban a él.
-¿Por qué te vas con ellos? ¿No estás harto de que se metan contigo?-le dije a Darío. Él me miró y se encogió de hombros.
-Cuando conocen a gente nueva, y sobre todo a chicas, se ponen así de imbéciles. Quieren llamar la atención y demostrar que son superiores. Pero yo ya paso, dejo que me digan lo que quieran porque en realidad no me afecta nada de lo que dicen.-dijo Darío. Yo me quedé asombrada. Nunca creí que iba a decir tantas palabras seguidas y con tanta seguridad. Era más maduro que los otros dos. Pero lo que más me sorprendió fue su voz. Era preciosa y clara, como la de los presentadores.
-Pero cuando estamos sólo nosotros tres, -continuó él.- me tratan como uno más. Simplemente creo que son… las hormonas.-se giró hacia mí con una sonrisa deslumbrante. Vaya, el chico callado y oscuro me estaba sorprendiendo continuamente.
-¿Sabes a que película han decidido ir?- le pregunté
-Creo que a una de estas de superhéroes. No sé, no estaba muy atento cuando lo han dicho.- yo asentí y me apreté un poco más dentro de mi abrigo. Estaba siendo uno de los días más fríos de enero.
-¡Diana, vamos!- me gritó Paula desde la puerta del cine.- ¡La sesión empieza en cinco minutos!
Darío y yo corrimos hasta la puerta del cine. Cuando entramos, el calor me invadió y abrí un poco mi abrigo.
Álvaro y Diego estaban sacando las entradas, así que me acerqué a ellos
-¿Cuánto es?-les pregunté.
-Para ti nada, guapa.-me dijo Álvaro guiñándome un ojo. Noté cómo me sonrojaba.
-¡Darío! ¡Ven aquí a pagar, tacaño!- gritó Diego. Darío fue arrastrando lo pies y sacando de su cartera el dinero.
-¡Tía, cine gratis!- me dijo Paula de repente al oído, e hizo que me sobresaltara.
-¿Cuál te gusta, que te lo dejo?- me dijo ella.
-Pues, la verdad es que…
-Te dejo a Álvaro, ¿vale? No te quita el ojo de encima.
-¡Ni a ti!- le dije. Ella me hizo una mueca.- Ey, ¿cómo es eso de que “te dejo a Álvaro”? ¿Qué eres, dueña de los tres?
- Juzga tu solita.-dijo riéndose. Me abrazó por detrás.- Vamos, sabes que no lo digo en serio. Si te lanzaras más, te llevarías todos los tíos y yo tendría que ir detrás de ti pidiéndote que me dejaras alguno, aunque fuera a Marcos.-las dos nos empezamos a reír. Por momentos como éste valía la pena soportar todas las tonterías que hacía y decía hace unos minutos.- ¡Y anímate! Que cuando terminemos de ver la peli iremos a hacerte ese cambio radical.
-No tan radical. Sólo quiero cortármelo un poco y darle otra forma.
-¿Tú no sabes que el cambio de peinado puede ser sólo el comienzo de una serie de cambios mayor?- me dijo Paula
-¿De dónde has sacado esa frase? ¿Una peli, una canción?- le dije
-De aquí.-dijo dándose golpecitos en la cabeza.
-Paula, siempre consigues sorprenderme- dije riéndome.-El siguiente paso qué es ¿hacerte filósofa?-ella se rió y me dio un pequeño empujón en el hombro.
-¿Preparadas para la peli, señoritas?-dijo Diego enseñándonos las entradas. El “señoritas” le hizo soltar a Paula otro gruñido.
Ojalá Paula tuviera razón y mi vida cambiaba…