Los chicos nos guiaban hasta una bolera cercana que ellos conocían. Paula iba agarrada a mi brazo y mi pelo ondeaba a causa del viento. Me parecía que todo el mundo me miraba, pero sabía que era una ilusión creada por mí, ya que lo que pasaba era que yo me fijaba más si la gente miraba a los que se cruzaban.
-Diana, me estoy congelando.- me dijo Paula tiritando apretándose más contra mí.- Creo que los dedos de mis pies se han convertido en hielo
-Exagerada…
-¡Que no los siento, en serio!- dijo moviendo su pie envuelto por una bota militar.
- No me extraña que estés helada ¡Llevas falda!
-¡Pero llevo leggings! Y debajo de ellos medias. Además, te he dicho que tengo frío en los pies, no en las piernas.
-No te quejes tanto, yo también tengo frío.-le dije. Para mi sorpresa se calló, y durante los dos siguientes minutos sólo oí el ajetreo de la cuidad.
-Dianaaa. Tengo fríooo.- No la respondí de forma brusca porque vi por fin la bolera.
-¿Sabes? Tienen diecisiete años. Me lo han dicho en la peluquería.- dijo Paula
-Mmm, vale. No creo que haya ningún problema en que tengan un año más, ¿no?- le dije.
-No, ninguno. Así están más hechos…
Le di un codazo para controlarla y que volviera a la realidad. Diego nos sujetó la puerta y entramos a la bolera. ¡Oh, qué agradable calorcito hacía! Me quité rápidamente el abrigo al igual que los demás y alquilamos una pista de bolos. Nos pusimos los zapatos que dan. Paula estuvo diciendo que ella se quedaba con sus botas militares, que esos zapatos eran cutres, ortopédicos y no le pegaban con la ropa, pero se los puso una vez que nos los pusimos todos.
-Bueno ¿estáis seguras de que nos retáis? Quizás no queréis hacer lo que os digamos…- dijo Diego maliciosamente.
-El trato está sellado, Diego. Pero propongo una modificación. El que gane, y no el grupo entero, es el que dice a otro del grupo contrario lo que hacer. ¿De acuerdo?- dijo Paula.
-De acuerdo- dijo Diego- ¿No, Darío?
El aludido se encogió de hombros y miró para otro lado. Dábamos por sentado que eso era un sí.
-Pues que empiece la batalla- dijo Diego ofreciéndole la mano a Paula, que estrechó fuertemente.
Nada más empezar me di cuenta de varios hechos:
1. Era cierto que Darío era muy bueno.
2. Paula no jugaba nada mal tampoco.
3. Álvaro era penoso, normal que Diego no lo quisiera en su equipo
4. Diego y yo íbamos tirando, bastante igualados.
5. Si Paula y yo (Álvaro era un caso perdido) no empezábamos a jugar realmente bien, nos ganarían, y yo no había dicho en ningún momento que aceptara la apuesta.
A la mitad de la partida, Paula empezó una buena racha, y llegó a hacer dos plenos y un semipleno seguidos. En la última tirada, Darío le sacaba 5 puntos de diferencia. En el último juego, si haces pleno o semipleno tiras otra vez, así que yo y Paula cruzamos para que ella hiciera alguna de éstas cosas. Se colocó, echó la bola atrás y la deslizó hacia delante, suavemente pero con potencia. La bola se aproximó a los bolos y… ¡pleno! Corrí a abrazar a Paula, podíamos ganar siempre que Darío hiciera una mala jugada. Paula tiró otra vez derribó esta vez sólo tres. Era el turno de Darío.
Cruzamos los dedos y vi cómo Paula abría mucho los ojos y esbozaba una sonrisa: se le había ocurrido una idea. Darío estaba muy concentrado, calculando su jugada. Se dispuso a tirar y de repente Paula estaba cerca de él.
-Darío- le susurró dulcemente. Él soltó la bola y se quedó muy quieto, Paula lo había sorprendido.
-¡Eso es trampa!- gritó Diego cuando vio que la bola se había desviado totalmente de su trayectoria y se iba al carril lateral.- ¡Le has distraído a propósito!
-No es trampa.- dijo Paula con voz inocente.- Sólo iba a decirle que tenía los cordones desatados.
Darío se miró los pies. Era verdad, el zapato izquierdo lo tenía desatado pero sabía que Paula no le había llamado para eso. De todos modos se calló y se agachó para atarse el zapato. Paula demostraba otra vez que dominaba a los hombres.
Darío se preparó otra vez y tiró ocho, lo justo para quedar empate. Ni Diego, ni Álvaro ni yo podíamos alcanzar sus puntuaciones, así que teníamos doble ganador.
-¿Y ahora cómo decidimos quién gana?- pregunté.
-Podíamos echar una partida de billar…-empezó a proponer Diego.
-No.- le cortó tajante Paula. Los dos hemos ganado así que los dos decidimos que hace alguien del otro equipo. ¿Vale Darío?
-Vale.- dijo Darío con voz inexpresiva. Nos sorprendió, ya que pensamos que se iba a limitar a asentir.
-Bueno, pues que empiece la señorita deseando.- le dijo Diego con una chispa de mofa en la voz. Paula le hizo burla.
-Vale, empiezo yo. Y elijo a Darío.
3 alivios para mis lágrimas:
Excelente manera de redactar, ya me estoy pasando seguido, enhorabuena, lágrima frágil.
Saludos
Me cae bien Paula :) tiene mucha gracia como trata a los hombres y todos caen a sus pies jajaj, un beso♥
Eligio a Darío D: Y yo que lo quería ver con Diana u.ú
Pd: Tienes (otro xD) premio en mi blog, pásate a recogerlo :)
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