Si alguien quiere leer la historia "Palmeras de chocolate" desde el principio, mandádme un correo a laslagrimasperdidas@gmail.com y os la enviaré
Las clases de aquel viernes fueron un rollo. No presté atención a casi ninguna. Me dediqué todo el tiempo a diseñar mi nuevo peinado en las últimas hojas de mis cuadernos. Cuando sonó la campana indicando el final de la última clase me parecía un milagro. Las clases habían pasado lentamente y no veía la hora de salir de aquel infierno. Recogí rápidamente los libros y tiré del brazo de Paula para salir por las puertas del instituto.
-¡Di, ve más despacio que me vas a tirar! ¡Ay, que me haces daño!- me gritaba Paula.
-Calla y anda.-le contesté.
- ¿Por qué tanta prisa?
-Porque si no perdemos el autobús. ¿Recuerdas? Vamos a ir al centro, vamos a comer por allí, vamos a ver una peli y me voy a cortar el pelo.
-Ey, ey, ey, para. ¿Cortarte el pelo? ¡No me lo habías dicho! ¿Te lo vas a teñir? Puedes copiarte de mí, ¡así iríamos iguales!
-Paula, he dicho cortar, no teñir y echarme mechas.
-Pues no sé que ves de malo en mi pelo.-dijo cogiéndose un mechón negro con mechas fucsias y observándolo.
-No tengo nada en contra de tu pelo, sólo que a mí no me pega.
-No es que no te pegue, si no que no te atreves a llevar algo tan llamativo.
-Sabemos que para llamar la atención ya estás tú.
-¡Es cierto! Y no me gusta que me copien, así que hazte un corte de pelo normal, de modo que yo siga destacando.
-El día en el que quieras pasar desapercibida, me empezaré a preocupar.-le dije con un sonrisa y ella me dio un ligero empujón.
Dejamos las mochilas en la casa de Paula y fuimos a la parada del autobús. Allí estaban un par de ancianas compartiendo los cotilleos de última hora y un chico de unos veinte años concentrado en la música de su Ipod.
El autobús llegó a los pocos minutos y durante el trayecto, Paula y yo mantuvimos una conversación intrascendente, aunque a ella se le veía muy interesada en el chico del Ipod. Él se bajó un par de paradas antes y Paula le siguió con la mirada hasta que le vio abrazando a una chica que seguramente sería su novia.
-¿Por qué todos los chicos monos tienen novia?- me dijo haciendo un gesto de decepción.
-Me pregunto lo mismo. Si no mira a Javi.
-Diana, ¿¡no te ibas a olvidar de él!? Además, tan poco era tan…
-¡No digas lo que creo que vas a decir!- intenté detenerla
-…mono- terminó Paula. Yo miré para otro lado con cara de enfado.
-Di, no te enfades, ¡pero es verdad! A mí no me parecía tan guapo. Tenía un montón de ojeras y unos ojos enanos…
-Unos preciosos ojos verdes.-la corregí.
-Bueno, vamos a dejarlo, ¿vale? Dijiste que le ibas a olvidar, así que a partir de ahora quiero que me digas lo monos que son los chicos con los que nos cruzamos. Eso sí, si lo son, porque como te guste uno tipo Marcos, te voy a tener que llevar al oculista.
Yo me empecé a reír. Marcos era majo, pero no era muy agraciado. Era escuálido, con la cara llena de granos y con gafas un poco anticuadas. No creo que de momento fuera el chico de los sueños de ninguna chica.
En ese momento llegamos a nuestra parada y nos bajamos. El centro de la cuidad estaba lleno de tiendas, restaurantes, parques, con gente ajetreada que caminaba deprisa con sus móviles pegados a la oreja. Paula y yo nos unimos a la marea de gente y empezamos a buscar un sitio donde comer. Al final, como siempre, acabamos en un McDonald’s. Hice lo que mi mentora-mejor amiga me dijo, buscar chicos monos. Recorrí con la vista todas las mesas: una madre con sus dos hijos a la que seguramente ese día no le apetecía cocinar, un empresario que hablaba por teléfono y no prestaba mucha atención a su comida, una pareja joven que compartían sus patatas fritas, un grupo de compañeras del trabajo que estaban haciendo una pausa para la comida, un par de mecánicos comiendo hamburguesas, patatas y bebidas extra grandes; y ¡bingo! tres chicos de más o menos nuestra edad. Le di un codazo a Paula y le señalé con la cabeza el grupo de chicos. Ella cogió su bandeja y se dirigió hacia ellos.
-¡Paula!-le susurré- ¿no serás capaz de sentarte con ellos?
-No… aún.- dijo esbozando una media sonrisa.
Nos sentamos en la mesa más cercana a ellos. Paula les miraba de reojo a menudo y les sonreía tímidamente, y ellos se daban codazos y se reían sin quitarle un ojo de encima. Al poco tiempo uno de ellos nos llamó:
-Ey ¿queréis sentaros con nosotros?
Paula me miró como pidiéndome permiso. Asentí levemente y cogimos las bandejas.
-Ahora empieza la diversión.-me dijo Paula al oído.
3 alivios para mis lágrimas:
wow me parece genial que existan blogs dedicados a la escritura :) es fantástico y una buena forma de entretenerse, un beso muy grande, te voy a seguir, me sigues? acaboo de empezar!
hola nena, hay que bueno!! supongo que no hay nada mejor para olvidar que volver a comenzar, a estar con personas...
paula, la odoro!! jajaja!! me da risa lo que hace y a la otra ogual!!
bueno, tengo curiosidad por saber lo de la otra historia asi que luego te mando el email, besos
wuu que emocionante
ojala pueda olvidarse de javi
jaja
cuidate
bye
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