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5 sept 2009

Capítulo 22

Samuel esperó en silencio a que ella dijera la solución.
-Podemos… bueno, conozco un demonio que hace pactos que…
-¡¡No no no!! No quiero volver a oír nada sobre pactos y demonios.
-Pues estamos en el infierno, así que tú me dirás…-dijo Keira en un murmullo
-Vale, vamos a dejarlo. No quiero volver a discutir.
Keira asintió con la cabeza, de acuerdo con Samuel.
-¿Porqué no simplemente confiamos uno en el otro? Sabemos que nos necesitamos. ¿Por qué no hacer las cosas fáciles?- dijo Samuel con una sonrisa.-Éste es mi pacto.
Keira lo pensó unos segundos. Ella era una criatura del infierno, no le podían pedir tal cosa. Samuel le ofreció una mano para sellar el pacto. Ella ladeó la cabeza y entornó los ojos a la vez que le daba la mano.
-Lo intentaré.
-Trato hecho.-dijo Samuel mientras le apretaba la mano.

Estaban dentro de una posada cenando. Keira le había dado un disfraz parecido al suyo para poder ocultarse. No tuvieron problemas, salvo por un guardia que había en la puerta. En ese instante Samuel intentó esconderse un poco y no mirarle a la cara, pero de todas formas el guardia no hizo caso a aquella pareja de demonios ancianos.
La posada estaba casi llena y el dueño tenía mucho trabajo pero, aún así tuvo tiempo para contar a algunos demonios lo que se traía entre manos el Señor.
-…sí, lo que has oído. Tantos problemas sólo por un pequeño ángel.-decía el dueño.
-¿Qué estaría haciendo aquí?- le preguntó un demonio de gran tamaño que sujetaba en la mano una jarra.
-Ni idea, pero Welior dijo que el muchacho era importante. Y tendrá que serlo de verdad, porque el Señor no se distrae con pequeños ángeles que corretean por sus tierras. Y Welior, bueno, estaba destrozado. Decía que le iba a caer una buena, y que el Señor nunca volvería a confiar en él.
-Se lo merece.-dijo un demonio casi esquelético de pelo rojo.-Desde que ha ascendido nos ha hecho cosas que nunca nos había hecho. Y nos mira por encima del hombro. Para él ya no existimos, sólo “su Señor”.
Keira y Samuel habían estado escuchando todo y decidieron que ya era hora de marcharse. Dejaron unas cuantas monedas en la mesa y fueron en busca de un refugio para pasar la noche. Ya buscarían a Luminor
después.

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