Era de noche. Todo estaba tranquilo. No se veía a nadie por las estrechas callejuelas que costituían la oscura ciudad. Bueno, nadie excepto una figura de emplumadas alas negras, dispuesta a cumplir con su objetivo.
Se encontraba escondido tras un enorme muro de piedra, tras el cual, se hallaba su libertad.
Era el lugar más antiguo de la Ciudad del Miedo. Las contraventanas golpeaban estrepitosamente los cristales, de forma que parecía que de un momento a otro iban a romperse.
La Luna, parecía no salir nunca en ese lugar, dispuesta a esconderse de los peligros que allí acechaban.
El corazón de Samuel latía con fuerza en el interior de su pecho. Estaba allí gracias a Keira y su "deuda". Le había dado instrucciones de entrar allí sin que nadie le viera, aunque a Samuel le dió la sensación de que aquel lugar estaba desabitado, por su aspecto destartalado y sucio.
Armándose de valor, miró a ambos lados de la calle, se agachó para esconderse tras los arbustos, y se dirigió a la inmensa puerta.
"Ni se te ocurra volar", le había advertido Keira. "Solo tienes que entrar sin que te vean, coger el talismán, y volver a la posada de la última calle a la derecha. Te esperaré disfrazada."
Así dicho parecía muy fácil.
No comprendió por qué tenía que entrar por la inmensa puerta, si no quería que nadie lo viera. Pero aún así, siguió las instrucciones de Keira y entró.
"El talismán está en el tercer piso", había continuado diciéndole. "Lo reconocerás en cuanto lo veas."
Tuvo que contenerse para no gritar cuando vio el interior del palacio.
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