Luces en el cielo

Tong. La última campanada. Las doce. Ella no es como Cenicienta, ella no se debe marchar a su casa, es más, la fiesta empieza ahora. Un chorro de luz es disparado hacia el cielo y a los pocos segundos explota. Han empezado los fuegos artificiales, han empezado oficialmente las fiestas. Ella decide quedarse a ver entero el espectáculo pirotécnico, más tarde saldrá con sus amigos a dar un vuelta. Allí, en el pequeño balcón, empieza a hacer frío. Ella desea que alguien la abrazara y protegiera del frío sus delicados brazos desnudos. Pero él nunca se ha atrevido. Cómo le gustaría que estuviese a su lado viendo aquel precioso espectáculo que llenaba el cielo de destellos azules, rojos, verdes, plateados...

Se conforma con imaginárselo y lanzarle un beso al viento, con esperanzas de que llegue hasta él.

Una profunda osuridad invade todo. Siguen ahí, lo sabe. Le llevan persiguiendo todo el camino. Él se seca la frente sudada y empieza a correr, sin saber que es en vano. Ve una luz y piensa que es su salida, su escapatoria, pero ellos cada vez se acercan más. De repente, la luz se convierte en una figura humana, y reconoce enseguida quién es. Es ella. Su ángel. Se acerca a él y le da un beso en la mejilla. Él se queda paralizado, no sabe que hacer. Y sonríe ruborizándose. Ellos ya no le persiguen, se ha acabado su pesadilla, y empieza un nuevo sueño. Y espera volver a soñar con ella.

Mientras, una dulce brisa hacer sentir a ella que el beso ha llegado a su destinatario, aunque se encontraba dormido.