Samuel estrujó el papel en el que Nathalie había escrito su número y lo tiró a la papelera. Se consolaba pensando que no habría salido bien. Las cosas entre ángeles y humanos nunca llegaban muy lejos. Si los descubrían eran condenados a muerte.
Suspiró y siguió a Keira. Ya era muy tarde y el parque se había vaciado de forma alarmante. Solo quedaban un chico y una chica en un banco, besándose. Samuel intentaba no mirarlos, pero le era imposible. El chico era alto, de pelo rubio platino y estaba con una chica muy guapa, de largo pelo castaño. Y Samuel sintió un pinchazo de celos hacia el chico rubio. Pensó que era bastante más guapo que él, y que al fin y al cabo, los ángeles no eran superiores a los humanos. Recordó los cientos de veces en las que había discutido sobre ese tema con su amigo Michel. Entonces echó de menos su ciudad natal, la Ciudad de las Nubes, y a su único y mejor amigo, Michel, un ángel que se creía muy superior a los humanos. Entonces Keira interrumpió su arrebato de melancolía.
-Bueno, por lo visto nos darán las uvas.-y se dejó caer en un banco cercano.
-Bueno, si fueras tú la que estuviera...en esa situación...
-¿Quieres que les diga que se vayan a morrearse a otro sitio?
-No te escucharían.
-Bastaría con una mirada.
-Creo que tampoco te mirarían.-se giró a contemplar a los chicos.-Si ven que los miramos,no se sentirán...¿molestos?
-Ni lo sé ni me importa.
-Si tu fueras uno de ellos...
-Pero es que yo no soy ellos.
-Nunca has estado enamorada, ¿verdad?
-¿Por qué lo dices?-se exaltó ella de golpe.
-Porque si hubieras estado enamorada.-dijo mientras se sentaba junto a la diablesa.-Los mirarías con otros ojos.
-¿Y tú como los miras?-preguntó, interesada.
Esta era una faceta de Keira que Samuel no conocía, pero que sabía que existía.
-Yo me pongo en su papel.-compuso esa sonrisa tan peculiar que tan solo los ángeles sabían crear.
-¿Tampoco has estado enamorado?
Samuel no le respondió, pero a ella tampoco pareció importarle.Ambos se miraron a los ojos durante largo tiempo, no se molestaron en calcularlo. Hasta que una voz que provenía de todos y de ningún lado a la vez los interrumpió.
-¿Es amor lo que percibo en el aire?
Los chicos dieron un bote en el banco y, como siempre Keira fue la primera en reaccionar:
-Creo que es el rastro del par de antes.-discrepó mirando hacia el banco (ahora vacío) en el que había estado besándose la pareja.-Luminor.-saludó al árbol con una inclinación de cabeza.
-No creo, quizá tu no, pero yo soy capaz de percibir un amor en flor.
-Antes muerta que entregarme a un ángel.
-¡Eh!-se indignó Samuel.
Keira le volvió la cara a Samuel y al árbol, que sonrió con suspicacia.
-¿A qué debo el placer de conocer a tan peculiar pareja?
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