Samuel no podía dejar de mirar a Keira. Se le iban los ojos. Estaba realmente guapa. Él mismo se sorprendió pensado esto. Había sido algo involuntario. No le entraba en la cabeza el hecho de que Keira se hubiera puesto un vestido tan...
-Como estés mirando donde creo que estás mirando te juro que te tragas los dientes.-le dijo Keira, que se había puesto colorada.
Samuel también se puso rojo. Se sintió idiota.
Por su lado, Nathalie estaba colorada, pero no precisamente por este tipo de vergüenza. Estaba ofendida: Samuel no había dejado de mirar a Keira y ni si quiera le había dirigido un vistazo a ella.
O se hacía el interesante, o ella había estado equivocada al creer que Keira no tenía ninguna "posibilidad". Ahora la idea de la fiesta, que tan espléndida le había parecido en su momento, no le resultaba tan atractiva.
-Todavía no entiendo para qué vamos a la fiesta.-objetó Keira, sin mirar a Samuel.
-Es evidente, para divertirnos.-contestó Nathalie, como si fuera algo obvio.
-¿¿Qué??-dijeron todos sus acompañantes al unísono.
Nathalie sonrió por dentro, ahora que ella era el centro de atención se encontraba a gusto.
-Oh, vamos. ¿De verdad creéis que es tan fácil encontrar a una diablesa que los ángeles tienen encerrada? Pensé que un poco de diversión nos vendría bien a todos.
Samuel no sabía que decir. En contra de su carácter pacífico, parecía estar a punto de pegarle una bofetada a Natahlie. Si antes la chica le era indiferente, ahora le caía más bien mal.
-Quieres decir que esto no vale para nada, que estamos perdiendo el tiempo en una fiesta pudiendo estar buscando a mi...-tragó saliva.- a Zenia.
-No te pongas así. Mira, ya está aquí el taxi.-Abrió la puerta delantera y se sentó.-Además, seguro que consigo algo de información mientras estamos allí.
En el trayecto hacia la fiesta nadie trabó una sola palabra. Parecía que el humor de Samuel fuera capaz de cambiar el ambiente. Estaba muy, pero que muy enfadado.
Keira pensaba que Nathalie tenía un poco de razón: a Samuel no le vendría mal olvidarse de todo aunque fuera por un rato.
La fiesta se celebraba en un pub moderno, en el que el tema de la decoración era la música pop-rock de los noventa. No era la típica fiesta de ángeles que Samuel tenía en mente.
La música estaba a todo volumen. La gente bailaba a un ritmo pegadizo que invitaba a moverse. Por todos lados había risas y bebidas.
-Bueno... ¡qué empiece la fiesta!- dijo Gabrielle, aunque no muy convencida.
-¿Qué os parece si nos sentamos allí y pedimos algo?-preguntó Nathalie señalando una de las escasas mesas vacías, mientras intentaba hacerse oír a sus acompañantes ante la potente melodía.- ¿Keira me acompañas?
Ella asintió con la cabeza, y los demás se sentaron en la mesa que Nathalie les había indicado.
-Venga Samuel.-le dijo Gabrielle.- No te enfades con ella, no lo hace con mala intención. Le encanta la diversión y no ha podido rechazar la oferta de asistir a esta fiesta. Llevaba esperando mucho tiempo para venir. Además, ya que estás aquí disfruta.-dijo mientras le guiñaba un ojo a un chico que casi se atraganta con su bebida y que le hizo un gesto a ella indicándole que se acercara. La diablesa se hizo la remolona.- ¿Qué me dices?
Samuel dirigió su mirada hacia otro lado, acto seguido respondió:
-Que esta fiesta no es de ángeles y que ese diablo se muere de ganas de bailar contigo.
-Eres un encanto.-sonrió dulcemente.- ¡Disfruta de la fiesta!- le aconsejó antes de levantarse y dirigirse hacia su victima.
Justo entonces Caroline se levantó y se fue sin decir nada. Al ángel no le hizo gracia quedarse solo.
Poco después llegaron Keira y Nathalie con las bebidas.
-¿Y las demás?-preguntó Keira, alarmada.
-Pues...
-¿Cómo se les ocurre dejarte solo?
-¡No tengo cinco años!- se indignó el ángel.
-Anda Samuel, prueba esto.-le ofreció Nathalie un vaso.
-¿Qué es?
-Tú pruébalo.
Samuel dio un sorbo: se puso como una moto.
-¿Qué es?.- repitió.
-¿Por qué no vamos a bailar?- le preguntó Nathalie, en un tono de voz empalagoso.
-¡Vale!-dijo él, levantándose de un brinco.
Keira quedó bastante sorprendida, pero al instante calló en la cuenta.
-¡¿Qué le has echado en la bebida?!
Nathalie sonrió con picardía y se dio la vuelta, dirigiéndose a Samuel. Empezaron a bailar.
Keira no sabía qué hacer. Se temía lo que iba a pasar. Solo le quedaba intentar impedirlo. Tenía unas ganas locas de volarle la cabeza a la musa. ¿Y si lo que le había echado en la bebida tenía efectos diferentes en Samuel?
Por otra parte, de repente tenía unas ganas locas de llorar. ¿Qué le pasaba últimamente? Desde que Samuel había entrado en su vida no era capaz de controlar sus emo...
Eso sí que no iba a consentirlo. Nathalie estaba tirándole a Samuel del cuello de la camisa, con una sonrisa traviesa en los labios, le susurró al oído. Keira se les acercó, andando muy decidida y le pegó una bofetada a Nathalie. Todo el mundo a su alrededor los miraba. Las dos estaban rojas de rabia.
-¡¿Qué te crees que haces?!-rompió Keira el silencio.
-¿Quién te crees que eres para pegarme?
-¿Cómo se te ocurre echarle un excitante para demonios en la bebida? ¡Es mestizo!
-¡Pues por eso mismo!
-¡No sabes como va a reaccionar su cuerpo!
-Oh, eso sí que lo sé...-dijo sonriendo pícaramente.
A Keira se le revolvió el estómago. Pero, por lo visto, a Samuel se le revolvió más, pues se puso a vomitar.
-¡Samuel!-gritó Keira, mientras Nathalie se ponía blanca del susto. Keira corrió junto al ángel.
Entonces un demonio de enorme tamaño irrumpió en la fiesta, seguido de Caroline.
-¡Se acabó el juego!-dijo Welior, sonriendo cruelmente, el rostro de Keira palideció: no podía ser, al menos, ahora no. Samuel acababa de perder el conocimiento y tenía la piel de un tono blanco espeluznante. Y ella no llevaba armas y no podían salir de allí: estaban rodeados.-Keira y el ángel se vienen con nosotros, las musas se quedan aquí. Cosmo, coge al ángel.
Cosmo. Cientos de recuerdos afloraron en la memoria de la diablesa y, por extraño que pueda parecer, eran bellos.
-Hola, princesa.-le susurró el demonio al oído al acercarse. Cosmo y Keira habían estado juntos. Eran compañeros en el trabajo a las órdenes de Welior, hasta que Keira decidió que no aguantaba más el trabajo y había escapado, dejándolo allí. No sabía como se habría tomado su huída...- Sabía que volveríamos a vernos. Dame al ángel y haré lo que sea para que te mantengan con vida.
-¡No! ¡No le toques!-Samuel estaba sobre el regazo de Keira.
A Cosmo no le hizo gracia la reacción de su ex-novia. Otro demonio cogió a Keira por detrás y Cosmo le arrebató a Samuel. Sintió un golpe en la nuca, y perdió el conocimiento. Dedicando su último pensamiento a rezar porque no le hicieran nada a su amigo.
"Cuando se despertó, no recordaba nada de la noche anterior"*-canturreaba una voz a su lado. Alguien le estaba acariciando el cabello. Keira se levantó de golpe. Era Cosmo. Sonreía de forma pícara, lo que le recordó a Nathalie, por tanto, le dio asco. Sus ojos amarillos brillaban perversamente y su largo cabello negro tenía mechas plateadas. Sus largos cuernos le resultaron extraños. No sabía cómo lo había visto atractivo. Se quedó mirándole como si no le conociera.-¡¿Dónde está Samuel?!
-¿Qué extraña manía le tienes a ese mestizo?-dijo, claramente molesto.-Esta donde debe estar: pudriéndose en una celda. Por cierto, estás guapísima.- se acercó para besarla. Ella, tan rápida como siempre, se levantó u miró a su alrededor. Estaban en el calabozo, pero fuera de las celdas, en la sala de visitas. Empezó a recorrer todas las celdas, mirando el interior de cada una.- ¿Sabes? He pagado la fianza, podemos irnos cuando quieras.-le dijo Cosmo.
-¿No estás enfadado porque me fuera?-preguntó ella, sin dejar de mirar las celdas.
-Claro que no. Sabes que no puedo enfadarme contigo, princesa.
-Mmmm.-dijo ella, sin mostrar interés ninguno.
-Keira...-la diablesa no le miró.- ¡Keira mírame!
Esta vez sí se paró, se dio la vuelta y miró al demonio.
-¿Qué te ocurre?-preguntó él.
-Nada. Solo quiero encontrar a Samuel.
-Samuel... ¡Samuel es lo único que he oído desde que nos hemos encontrado! ¿Es que no me has hechado de menos?
-Cuando me fui acepté que no podíamos estar juntos, no quiero volver aquí, y estar contigo significa quedarme.-acababa de ocurrírsele, pero le quedó muy bien.
-No, Keira. Sabes que a mí no me engañas. El problema no es el lugar, soy yo. Si me aún quisieras me habrías pedido que me fuera contigo.
-No podía hacerte eso. Y el problema no eres tú.
-No, es cierto. El problema es él.
-¿Él?
-¿Qué tiene ese ángel que no tenga yo?
-No seas idiota. Solo es mi amigo.
Se giró y empezó a buscar de nuevo a Samuel, dos celdas más tarde, le encontró.
-¡Samuel! ¿Samuel estás bien?-El chico estaba ardiendo, y tenía la piel más blanca aún que la última vez que lo vio.- ¡Necesita un médico!-miró a Cosmo, con ojos suplicantes.
-Sabes que no puedo negarte nada, pero antes, júrame por el mismísimo Lucifer que no le amas.
-Sigues hablando de manera extraña.
-Tengo ochocientos años, es normal.-ella miraba al ángel, acababa de apoyar su cabeza sobre su regazo.-Keira, júramelo.
-Lo juro.-pero lo que Keira se juraba interiormente, es que no permitiría que a Samuel le ocurriera nada.
*Es un verso de la canción Donde habita el olvido de Joaquín Sabina
1 alivios para mis lágrimas:
QUE EMOCIONANTE!!
xD
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