Fiesta. La palabra le resultaba a Samuel extraña, irreal. Lo último que tenía pensado hacer era ir o celebrar una fiesta. En primer lugar porque no tenía nada que celebrar, y en segundo porque no le apetecía en absoluto. Cuando vivía en la Ciudad de las Nubes nunca había ido a ninguna. Aunque sí que lo habían invitado a alguna que otra. Él no era así, más bien prefería estar solo, sumido en sus pensamientos.
Por su parte, Nathalie y sus hermanas estaban más que emocionadas.
-Será fantástico, es mi oportunidad de conquistar a Samuel.
-Apenas le conoces.-afirmó Gabrielle.
-¿Acaso no crees en el amor a primera vista?
-No entre una musa y un mestizo.
-No le llames así.-se ofendió Nathalie.
-Esto tiene aspecto de telenovela cursi.-comentó Caroline, a quien no le importaba en absoluto estos temas. Era la más talentosa de las tres hermanas. La que más se parecía a su padre y, por tanto, la más distante.
-Mira como me río.-le espetó Nathalie, en tono hostil.
Caroline ni siquiera le dirigió una mirada. Consideraba a su hermana una inmadura, enamoradiza y alocada. Más parecida a una adolescente mortal que a una musa.
-Que seas la favorita de papá no significa que vaya a consentirte la unión con un mestizo.-dijo al fin con cierto recelo.
-Uuuuuuh, el ambiente se pone calentito.-comentó Gabrielle, mientras abandonaba la habitación a toda prisa.
-Pues nos escaparemos juntos.-dijo la chica con total convicción y una sonrisita de suficiencia puntada en el rostro, mientras se miraba en el espejo, probándose por encima un vestido fucsia muy corto.
-Ya, ni si quiera te mira.
Nahtalie fulminó a su hermana con la mirada. Estaba roja de rabia. Indiganada, abandonó la habitación.
Caroline la siguió con la mirada. Sacó un teléfono móvil de la mochila negra que siempre llevaba, buscó un número en la agenda y marcó.
-¿Welior? Ya está todo preparado, tengo al ángel localizado. Espero que cumplas tu parte del trato.-concluyó. Y sin esperar respuesta alguna, colgó.
-Samueeeeeel.-canturreó Nathalie, llamando a la puerta de la habitación del ángel.
Samuel miró a Keira, que entornaba los ojos de forma cansina. Estaban matando el tiempo jugando a un extraño juego que Keira le había enseñado. Consistía en engañar, timar y estropear los planes del adversario. Muy propio del infierno, pensó el chico.
-Samueeeeeel.-repitió la musa, al comprobar que el chico no contestaba.
Keira hizo una especie de mueca de asco, él contuvo una carcajada, se levantó y abrió la puerta.
-¿Si, Nathalie?
Ella lo miró tras sus largas pestañas.
-En realidad, estaba buscando a Keira, pero siempre es un placer verte.
Samuel se sonrojó.
-Eres tan mono.
-Estoy aquí.-sonrió falsamente Keira, mientras se acercaba a Samuel.
-Ah, pues vale.-contestó, algo molesta por la interrupción.-¿Te importa acompañarme? Me gustaría hablar contigo, si puede ser en tu cuarto.
-Claro, después nos vemos.-le hizo un gesto de despedida a Samuel, ocultó a la musa su sorpresa, y dejó a su amigo en el umbral de la puerta, que se sentía confuso, y no dejó de mirar a la diablesa mientras se alejaba.
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